TRIVIAL PARA REPARTIR DIEZ ENTRADAS PARA VER EL BALLET LA BELLA DURMIENTE EN LOS CINES VAN GOGH - JUEVES 26 DE MARZO´15 - 20H
LA BELLA DURMIENTE
de Piotr Ilich Chaikovski
Ballet en un prólogo en tres actos
Grabada en directo en la Ópera de París el 16 de Diciembre de 2013
Dirección musical de Faycal Karoui, dirección de escena de Ezio Frigerio, coreografía de Marius Petipa y Rudolf Nureyev, y Myriam Ould-Braham y Mathias Heyman en los papeles principales
Los Cines Van Gogh nos ofrecen 10 entradas para quien conteste en forma y tiempo al trivial que proponemos para este famoso ballet de Chaikovski.
Tenemos 10 entradas 10 para las primeras personas que acierten las respuestas a este TRIVIAL y las envíen a este correo: leon@jmspain.org indicando las respuestas correctas, nombre, apellidos y correo de contacto (sólo se admitirá una respuesta por dirección de correo y por persona, teniendo prioridad quienes no hayan obtenido entrada en el trivial anterior).
Tenéis de plazo hasta las 00:00h del jueves 26 de Marzo´15!!!
Las personas afortunadas recibirán un correo de confirmación y podrán recoger la entrada en la taquilla de los Cines Van Gogh el jueves 26 de Marzo´15 presentando el DNI.
Os recordamos también que hay entradas de precio reducido (7€) para estudiantes menores de 26 años!
Os recordamos también que hay entradas de precio reducido (7€) para estudiantes menores de 26 años!
1.- ¿Cuál es el origen del libreto de este ballet y quién es el autor del libretro?
2.- ¿Qué personajes de otros cuentos aparecen en el último acto?
3.- Enumera al menos otros dos ballets de Chaikovsky.
Toda la información sobre LA BELLA DURMIENTE de Chaikovski elaborada por Javier Heras en ESTE ENLACE
Ballet en un prólogo y tres actos
• Música de Piotr Ilich Chaikovski, libreto de Ivan Vsevolozhsky sobre el cuento de Perrault
• Estrenado el 15 de enero de 1890 en el Teatro Mariinski de San Petersburgo
• Duración: 3h, incluido un descanso
Después del fracaso de El lago de los cisnes (1877), primera –e incomprendida- colaboración entre Marius Petipa y Chaikovski, el ballet de San Petersburgo seguía de capa caída. Sin embargo, su director, Ivan Vsevolozhsky, volvió a apostar por ellos en 1888. Esta vez se encargó personalmente del libreto, adaptación de La belle au bois dormant (1697), el cuento de Perrault sobre una princesa que por una maldición de una bruja cae dormida 100 años (el beso del príncipe que la despierta proviene de la versión de los hermanos Grimm). Al empresario y al coreógrafo no les interesaba tanto la fidelidad literal al argumento como la oportunidad de que brillase la danza. Así, en el tercer acto, cuando la historia ya no da para más, introdujeron con acierto a personajes de otros cuentos: el Gato con botas, Caperucita roja o Ricitos de oro.
Esos breves divertimentos no solo permiten una inspirada y variadísima música de Chaikovski (que repetiría fórmula en El Cascanueces), sino que también dan ocasión de foguearse a los bailarines más jóvenes de las compañías.
SINOPSIS
PRÓLOGO
Este ballet gravita en torno a dos mundos (el mal y el bien, la bruja Carabosse y el Hada de las Lilas), representados por dos motivos musicales contrapuestos (el primero, tenso; el segundo, apacible) que se exponen ya en la obertura. Estamos en una corte imaginaria en el siglo XVII. El rey Florestán acaba de ser padre. Los invitados al bautizo de la princesa Aurora entran ceremoniosamente (Marche de salon). Los soberanos reciben a las seis hadas madrinas, lideradas por el Hada de las Lilas, con obsequios para su ahijada. Sus nombres aluden a las virtudes que se esperan de ella: belleza, valor, talento para el baile y el canto… La escena se compone de un tema con variaciones, pequeñas piezas encantadoras (Grand pas d’ensemble).
Súbitamente, todo se oscurece, como subraya la orquesta. Carabosse irrumpe en un carro tirado por ratas. Está furiosa porque nadie la ha invitado. En venganza, maldice a la pequeña: cuando cumpla 16 años, se pinchará con un huso y morirá (Scène mimique de Carabosse). Frente a los cortesanos, petrificados de terror, la bruja ríe y baila, con una música diabólica. En el último momento, interviene el Hada de las Lilas. No tiene poder suficiente para deshacer el maleficio, pero sí para modificarlo: Aurora permanecerá dormida cien años, hasta que la bese un príncipe que la ame (Fèe des lilas).
ACTO I
Primer salto temporal: la bella princesa celebra su 16 cumpleaños. Pese al ambiente festivo, se palpa la intranquilidad: el maestro de ceremonias Catalabutte da un respingo al ver que, entre la multitud, algunas campesinas cosen. Un decreto prohíbe el uso de agujas en la corte, so pena de muerte (Scène des tricoteuses).
Los aldeanos celebran la primavera con el vals de las guirnaldas de flores (Grande valse villageoise, también llamado Garland). Cuatro príncipes aspirantes a la mano de Aurora bailan con ella por turnos: el Adagio Rosa es una de esas melodías irresistibles de Chaikovski.
Después de la danza de las damas de honor y los pajes, la orquesta nos pone alerta: suena la maldición. Una vieja tapada con una capa ofrece a Aurora su regalo, un huso. Ella lo coge, fascinada, y sucede lo que ya sabíamos: se pincha con la aguja (Le charme). Su efecto no es inmediato, sino que la joven baila furiosamente (danse-vertige), al ritmo del leitmotiv de Carabosse, con rápidos giros con los que la bailarina se luce, y acaba cayendo inconsciente.
Carabosse se desenmascara y celebra su victoria antes de huir. El leitmotiv del Bien apacigua la angustia general: el Hada de las Lilas recuerda que Aurora solo duerme y ordena que la acuesten en su aposento. Con un movimiento de varita, petrifica a todos los presentes, detiene el tiempo en el reino hasta que la princesa despierte. Su hechizo hace crecer la maleza hasta ocultar el castillo, como describe una música sinfónica extraordinaria.
ACTO II
El cambio de vestimenta en los personajes indica el segundo salto temporal, esta vez de 100 años. El apuesto príncipe Désiré está de caza con sus amigos, pero se encuentra triste. Las trompas que introducen la escena recuerdan al Sigfrido de Wagner (Chasse royale). Como no lo animan ni los juegos (la gallina ciega) ni las danzas de las damas (des duchesses, baronesses, comtesses), pide que lo dejen solo.
Oímos el tema del Hada de las Lilas, que llega en su barca. Se presenta a Désiré, al que considera el elegido. Le habla de la bella durmiente, y la hace aparecer en una visión mágica que lo sobrecoge (Apparition; Grand adage). En la escena, típica del Romanticismo, el príncipe persigue al espíritu, que le esquiva (Valse des nymphes). Efusivo, implora que lo lleve junto a ella. En un delicadísimo pasaje de transición (Panorama), viajan en su barca hasta el palacio encantado. Tras un entreacto sinfónico con un exigente solo de violín, se abre paso hasta Aurora y la besa. La maldición se rompe, la luz vuelve al reino, los cortesanos recobran vida con una música sosegada (Le réveil d’Aurore). Los reyes, agradecidos, conceden al príncipe la mano de Aurora.
ACTO III
En los tres ballets que compuso Chaikovski llega un punto en que el argumento como tal concluye y el foco se traslada a la danza y la música, por puro placer estético. La boda de Aurora y Désiré, en el salón de palacio, comienza con una marcha que anuncia a la realeza; después, los cortesanos entran al son de la Polonesa. Cuatro nuevas hadas muestran sus regalos (plata, oro, zafiro, diamante) en un Pas de quatre. Prosiguen las celebraciones con los atractivos divertissements, protagonizados por personajes clásicos de los cuentos: Pulgarcito, Caperucita y el lobo, Cenicienta … (varían según las versiones).
El número estelar es, cómo no, el Grand pas de deux de los recién casados -maravillosa la melodía de oboe en el Grand adagio-, a los que se unen todos en la Sarabanda y la Mazurka. El Hada de las Lilas bendice la unión antes de la Apoteosis final.
LA MÚSICA DE CHAIKOVSKI
Pocas decepciones le dolieron tanto a Chaikovski como el comentario que hizo el zar tras el estreno de La bella durmiente: “Es muy bonito”. El compositor creía que su ballet iba mucho más allá: “Contiene mi mejor música”. No se equivocaba. Todas sus señas de identidad están aquí. Para empezar, su capacidad para inventar melodías grandiosas, sensuales, expresivas, como el irresistible Adagio rosa (con un exquisito solo de arpa al inicio) o el pasaje para oboe del Grand Adagio del Acto III. Aunque la más conocida es el Vals Garland. Disney lo empleó como canción principal de la película La bella durmiente: “Eres tú el príncipe azul…”. Como suele suceder con Chaikovski, cualquiera podría canturrearla (como la Obertura 1812, la Marcha de El cascanueces, etc.), pero pocos saben quién la escribió.
Aunque el genio de Vótkinsk (1840-1893) únicamente compuso tres ballets, parecía nacido para ellos. Dominaba tanto las danzas que no pudo evitar incluirlas en sus óperas (La dama de picas) y hasta en sus sinfonías (la Cuarta), injustamente criticadas. En La bella durmiente la variedad de ritmos lleva del vals, con su típico compás ternario, al folclore ruso y la influencia centroeuropea (Polonesa).
Esta obra presenta una curiosa dualidad. Por un lado, hace un guiño a la música barroca (la anacrónica Marcha del acto III), al estilo galante de Lully o Rameau, que sonaban en la corte de Luis XIV, época en la que se sitúa el cuento. En cambio, también abundan momentos modernísimos, propios de las vanguardias venideras: ahí quedan las disonancias de Carabosse, a la que describe el viento metal, como un chillido sobre tenebrosos contrabajos. Los leitmotives reflejan la lucha del mal frente al bien (el Hada de las Lilas, con su melodía luminosa de violines y cálido viento madera). Las combinaciones insólitas de instrumentos (clarinetes+violines+pandereta en Violent) fascinaron a Stravinski.
El trabajo orquestal resulta prodigioso. Al final del primer acto, la maleza envuelve el reino, que se dispone a dormir cien años: el oboe que se va apagando emula una crisálida que se recoge en sí misma. De todos modos, la estructura de ballet clásico -con números cerrados- impidió a Chaikovski un desarrollo continuo y sinfónico de la música, como apunta en el Entreacto previo al despertar de Aurora. Los personajes, por cierto, se distinguen por los instrumentos que los acompañan: la princesa y el arpa, casi etérea; el príncipe, con trompas de caza (Chasse royale). De las hadas, la de la Ternura lleva un dulce corno inglés; mientras que el flautín es, cómo no, el Canario que canta.
NOTAS A LA PRODUCCIÓN
La bella durmiente fue fundamental en la vida de Rudolf Nureyev. En 1961, con 23 años, viajó a París como primera figura del Kirov, pero nunca regresó a la URSS, ya que pidió asilo político (archivos desclasificados de la KGB revelaron que el presidente Jruschov ordenó asesinarlo). Su primer papel en Occidente, contratado en Montecarlo, fue el del príncipe Desiré. Y casi tres décadas después, ya como director del Ballet de París, se despidió del cargo en 1989 con una versión de La bella durmiente que hoy se sigue representando. La escenografía rococó de Ezio Frigerio, el vestuario de Franca Squarciapino (Oscar por Cyrano de Bergerac) y la nueva coreografía -más técnica y extensa, sobre todo en el rol masculino alcanzan una perfección tan recargada, tan excesiva, que cuesta no imaginar un toque de ironía respecto al esplendor imperial.
Precisamente para el Kirov (por entonces Mariinsky) había creado Marius Petipa la coreografía original en 1890. El genio ruso era conocido por sus exhaustivas indicaciones: en cada pieza, precisaba el número concreto de compases y el tempo, cosa que a Chaikovski, lejos de frenarle, le motivó. Completó la partitura en apenas 40 días, encantado con el tema, “poético e inspirador”, según una de sus cartas. Su colega Rimski-Korsakov le había desaconsejado la oferta: el ballet estaba desprestigiado. Pero sus colaboraciones con Petipa para los Teatros Imperiales revitalizaron el género gracias al lujo de sus decorados, vestuarios y música. El compositor murió sin ver cómo se convertirían en los más representados del mundo.
Todavía hoy, hay quien minusvalora La bella durmiente sin saberlo. El argumento parece simplón, pero contiene elementos realistas (el cambio de estilo de danza para indicar el paso de siglo), crítica social (los nobles y los paganos bailan juntos la Farandole) y, sobre todo, un sinfín de simbolismos. No pocos ensayos críticos se refieren a la mitología griega: Aurora regresa a la vida como Perséfone en primavera; y el Hada de las Lilas conduce al príncipe en su barca como Caronte al mundo de los muertos (aquí dormidos).
Por supuesto, el folclore ruso está presente en la figura de las hadas. Algunas son fáciles de identificar por su nombre (Candide: la virtud de la pureza). Otras no tanto: el hada Miettes qui tombent manifiesta la fecundidad, por la superstición de esparcir migas de pan en torno a la cuna de las niñas para que crecieran fértiles. En cuanto a la Lila, simboliza la sabiduría, y aquí nombra al hada más poderosa.
Textos: Javier Heras
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