ÓPERA TRIVIAL: DIEZ ENTRADAS PARA "LA ITALIANA EN ARGEL" DE ROSSINI - NUEVA ÓPERA EN LOS CINES VAN GOGH - 20H JUEVES 7 DE NOVIEMBRE´13
de Rossini, en los Cines Van Gogh de León
a las 20h el jueves 7 de noviembre´13
Nueva edición del TRIVIAL ÓPERA para conseguir una de las diez entradas para esta ópera de Rossini, como en el Trivial anterior, enviar las respuestas correctas además del nombre y apellidos a leon@jmspain.org
Toda la información sobre la producción que se podrá ver el jueves 7 de noviembre en los Cines Van Gogh en ESTE ENLACE.
Toda la información sobre la producción que se podrá ver el jueves 7 de noviembre en los Cines Van Gogh en ESTE ENLACE.
Tendrán prioridad aquellas personas que no se hayan visto agraciadas con una entrada en el trivial anterior.
¿En qué ciudad se estrenó La Italiana en Argel, ópera de cuyo estreno se celebran 200 años?
- En Paris
- En Venecia
- En Roma
- En Milán
¿Qué edad tenía Rossini cuando dejó de componer para dedicarse a la buena vida?
- Más de 80
- Menos de 40
- 60 años
- 75 años
¿A qué obra recuerda el argumento de La italiana en Argel?
- El barbero de Sevilla de Rossini
- Las bodas de Fígaro de Mozart
- El viaje a Reims de Rossini
- El rapto del Serrallo de Mozart
¿Con qué apelativos se le conoce a Rossini? Señala dos
- El cisne de Pésaro
- El cisne de Catania
- Il tedeschino (pequeño alemán)
- El genio de Busetto
Esta
semana proyectamos, desde el Teatro Comunale de Bolonia, La
italiana en Argel.
Quizá muchos no la conozcáis, pero la undécima ópera de Gioachino
Rossini (y su primera obra maestra) es un título imprescindible del
repertorio porque aquí despega su carrera. La escribió en apenas
tres semanas en 1813, supuso su primer gran éxito en Italia y no
tardó en llegar a los teatros de Alemania y Francia, donde
terminaría siendo un ídolo. Tanto el libreto como, sobre todo, la
partitura anticipan uno a uno todos los rasgos que aparecerán en sus
obras maestras posteriores (como El
barbero de Sevilla).
Esto es:
1)
la obertura.
Si algo se recuerda de las óperas del “cisne de Pésaro” son sus
preludios musicales. Pegadizos, elegantes, extensos y de gran altura
musical. Cronológicamente, primero vino el de La italiana (1813),
donde Rossini deja su huella, su gran seña de identidad respecto a
la orquesta: el crescendo, es
decir, la repetición de una misma melodía que cada vez va
incrementando más y más la velocidad y el volumen
(de pianissimo a fortissimo),
dando lugar a una energía desbordante.Si os fijáis, lo aplica apartir del min. 1.39 en esta pieza y, como veremos, en todas las demás.
El
Barbero de Sevilla, que en torno al minuto 2 contiene el tema másfamoso de todas las oberturas de la historia de la ópera.
Aunque
no le va a la zaga el tema más popular de La gazza ladra, aquí apartir del minuto 4.30.
Por
último, la insuperable Guillermo Tell, con una riqueza instrumental
nunca antes desarrollada, y que incluye en el min. 8.30 un nuevotema, llevado por el viento metal, que los dibujos animados y lapublicidad han convertido en famosísimo.
Ahora
hagamos memoria: ¿de cuántos compositores de ópera podríamos
tararear tantas piezas? Esto habla a las claras de una de las grandes
virtudes de Rossini: su talento innato para las melodías
inolvidables, en las que las notas se unen con tanta naturalidad que
parece fácil. Wagner, que no era precisamente uno de sus admiradores
pero sabía de lo que hablaba, escribió: “Volvió la espalda a la
pedante acumulación de partituras densas y escuchó al pueblo, que
cantaba sin una sola nota escrita. Lo que oyó fue lo que había
perdurado en el oído: la melodía desnuda, grata”.
2)
La influencia germánica.
A Rossini le apodaban “Il tedeschino”, algo así como “el
alemancito”, porque sonaba a Mozart y a Haydn, un estilo que se
debía a su formación musical en Bolonia. Defendía fervientemente
el clasicismo musical, y La
italiana en Argel contiene
dos homenajes importantes. El primero es la obertura que acabamos de
mencionar: comienza
con un tranquilo pizzicato de
las cuerdas, y de pronto la orquesta al completo (con viento metal y
timbales) estalla en un golpe atronador. Ese efecto ya lo había
probado su admirado Haydn en 1791 en el segundo movimiento de la
Sinfonía 94, llamada “de la sorpresa” porque el estruendo
repentino estaba pensado para levantar de la silla a los aristócratas
que se dormían en el palco. Aquí, en el segundo30.
Otros
guiños van dedicados a su principal referente, Mozart. Encontramos
citas casi literales a melodías de Las
bodas de Fígaro,
como el coro inicial del Acto II, que en el segundo
0.22 hace un guiño al ascenso por terceras de la escala mayor en la célebre
aria Non
più andrai,de Fígaro. Segundo 0.17.
De
la misma manera, varios momentos de la orquesta en el Acto II
recuerdan poderosamente al final del Rapto
del serrallo,
obra con la que La
italiana en Argel comparte
argumento: es algo así como su negativo fotográfico, ya que se
invierten los protagonistas (es la mujer la que viaja a un país
exótico y lejano para rescatar a su amado). Bassa Selim, aquí.
3)
Conservador y revolucionario.
Hemos comprobado que desde la obertura Rossini tiene un pie en el
pasado y otro en el futuro; es al mismo tiempo un retrógrado
defensor de las viejas formas y un innovador. En lo que respecta a la
orquesta, sus aportaciones fueron numerosas; la instrumentación no
se limita a acompañar, como era habitual en la época, sino que
comenta la acción, la subraya, se burla… alcanza una riqueza
insólita que solo igualaría (bueno, de hecho la superaría) Puccini
casi un siglo después. Por ejemplo, cuando Isabella llega al
palacio, las cuerdas ascienden (de Do a Mi bemol) imitando sus pasos
furtivos, como de puntillas. Del seg. 0.01 al 0.06
aquí.
Y
en el aria de Lindoro Languir,
el solo de trompa del principio refleja su melancolía (por
cierto, en esta versión canta el magnífico estadounidense Lawrence
Brownlee, quizá el único tenor ligero que hoy en día puede
rivalizar con Juan Diego Flórez. De regalo, aquí va la versión del peruano.
Y, para nostálgicos, el mítico Francisco Araiza.
4)
La voz.
Aunque Rossini cuida la orquestación muchísimo más que sus
coetáneos, su punto fuerte –que para eso estamos en el bel canto-
es el uso de la voz. Las distintas coloraturas, dificilísimas (de
los trinos a los picados, mordentes, legatos, apoyaturas) describen
distintos estados emocionales, desde el arrebato amoroso de Lindoro
hasta el ardor del mujeriego sultán, que en la impresionante aria de
bajo Gia
d’insolito tiene
que cantar grotescos saltos que parodian su carácter. Aquí, el granMichele Pertusi, al que escucharemos el jueves, muy ágil en las coloraturas.
Aún mejor, Raimondi.
Las
coloraturas también refuerzan la picardía de la protagonista en
todas sus intervenciones, particularmente en su aria del Acto II Per
lui che adoro,
aquí con MarianaPizzolato, protagonista en la producción que veremos desde Bolonia.
-----Por
cierto, una curiosidad sobre esa aria: Rossini primero escribió
el obbligato (solo
instrumental que acompaña al cantante) para violonchelo, pero más
tarde lo cambió por la flauta travesera. Así, en algunas versiones
aparece el primero (aquí, en el minuto
20,con la fabulosa Marilyn Horne) mientras que en la mayoría lo que se
oye es la flauta: aquí, en el 0.15, con Teresa Berganza; palabras mayores.
-Al
tenor, como no podía ser de otra manera, le hace dar notas
estratosférias y recorrer pasajes a grandísima velocidad. Al
principio del segundo acto, cuando los amantes acaban de planear que
huirán juntos, Lindoro expresa su felicidad; en la primera
partitura, Rossini incluyó aquí Oh come il cor, una cavatina de
cuya autoría se ha llegado a dudar. Aquí, cantada por el gran Luigi Alva.
Tiempo
después, compuso Concedi l’amor pietoso, un aria con más
sustancia y un precioso clarinete, para reemplazar a la anterior.
Aquí, con Rockwell Blake. Y
una versión con un audio un poco mejor, con Juan Diego Flórez.
En
cualquier caso, ninguna se ha llegado a consolidar como la
definitiva, no por falta de calidad sino precisamente porque son tan
buenas que han perdurado las dos.
5)
Los juegos de palabras.
Si La
italiana contiene
varias arias espléndidas, donde de verdad se comprueba el talento
(no solo melódico sino también cómico) de Rossini es en
los concertantes,
es decir, en los números de conjunto: tríos como la “investidura”
de mustafá como Pappataci –aquí, min. 4.30,
quintetos como el del segundo acto, cuando toman café y Mustafá no
hace más que estornudar para que Taddeo se marche, pero el viejodesoye la señal. Min. 4, aprox.
O,
por supuesto, en los finales de acto, donde da rienda suelta a su
ingenio. El Acto I concluye con siete personajes confusos, que cantan
“mi cabeza va a estallar”, y reproducen la onomatopeya
correspondiente a un cañón, una campana, un martillo… pum, crac,
tac, din, a partir del min. 4.20 aquí.
A
Rossini le apasionaban las bromas*, los juegos de palabras y la
repetición de fonemas. El año pasado lo vimos en La Cenerentola,
que remataba el primer acto con el concertante Questoè un nodo avviluppato.
6)
El libreto.
Tengamos claro desde el principio que nada de lo que acontece en
escena debe tomarse en serio. El argumento es un disparate
inverosímil de principio a fin, divertidísimo en la época y ahora
más propio de sonrisa cómplice que de carcajada. Sin embargo, la
descripción de los personajes es moderna (y hasta feminista) y
contiene líneas memorables, como la discusión inicial entre
Isabella y Taddeo:
-Un
amante estúpido es un gran suplicio.
-Una
mujer astuta es como un precipicio.
-Prefiero
un turco a un granuja.
-Prefiero
fracasar que hacer de carabina.
En
cualquier caso, no admite discusión su ritmo trepidante, su pulso
dramático y, sobre todo, su música, a ratos celestial. Aburrirse
resulta imposible. Así, aunque las comedias suelan tomarse como
obras menores, en especial las de Rossini, al que muchos compositores
ningunearon (Beethoven, cuando se conocieron en Viena, le espetó:
“los italianos no tienen talento para la ópera seria, desconocen
la ciencia de la música”), contagian una vitalidad y una alegría
de vivir que solo Mozart igualaría. Que levante la mano quien salga
de la sala de mal humor.
Muchas
gracias por vuestra atención, perdonad si me he extendido demasiado
y que disfrutéis de esta pequeña joya que es "La italiana en
Argel".
*
Respecto a su espíritu bromista: en 1813, Rossini firma con La
Fenice, algo que su anterior contratante, el dueño del Teatro San
Moisè, entiende como una traición. Al compositor le quedaba todavía
un trabajo que entregarle, así que el empresario le entrega un
libreto horroroso y absurdo; Rossini acepta la apuesta, escribe una
música disparatada y genial, Il
signor Bruschino,
una comedia en cuya obertura los violines golpean con sus arcos los
atriles… ¡y en la que hasta llega a incluir una marcha fúnebre!
**Una
última curiosidad: la vida de Rossini es un sinfín de sorpresas,
casi parece una burla. Algunas leyendas no pueden comprobarse (se
dice que era tan prolífico que escribía un nuevo dúo porque la
partitura del anterior se le había caído y no le apetecía
levantarse de la cama a recogerla), pero otras son exactas. Desde su
fecha de nacimiento, el 29 de febrero de 1792, año bisiesto, hasta
su retirada, insólita en el mundo de la música: justo después de
escribir su obra maestra de madurez, Guillermo
Tell,
que abría nuevos caminos sonoros a su carrera, decidió dejar de
escribir en 1829. “Como un funcionario que se jubila. Una decisión
incomprensible, inconcebible y absolutamente única”, dice Kurt
Pahlen. Se han apuntado como motivos ciertos problemas de salud, una
recepción tibia de su última obra por parte del público y la
conciencia de que los tiempos estaban cambiando y no había lugar
para él. En cualquier caso, se hizo elegantemente a un lado y vivió
casi cuarenta años más, en los que se dedicó a cultivar su
legendario buche con platos de su invención, como el “tournedó
Rossini”.
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