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lunes, noviembre 04, 2013

ÓPERA TRIVIAL: DIEZ ENTRADAS PARA "LA ITALIANA EN ARGEL" DE ROSSINI - NUEVA ÓPERA EN LOS CINES VAN GOGH - 20H JUEVES 7 DE NOVIEMBRE´13


de Rossini, en los Cines Van Gogh de León
a las 20h el jueves 7 de noviembre´13

Nueva edición del TRIVIAL ÓPERA para conseguir una de las diez entradas para esta ópera de Rossini, como en el Trivial anterior, enviar las respuestas correctas además del nombre y apellidos a leon@jmspain.org

Toda la información sobre la producción que se podrá ver el jueves 7 de noviembre en los Cines Van Gogh en ESTE ENLACE.

Tendrán prioridad aquellas personas que no se hayan visto agraciadas con una entrada en el trivial anterior.


¿En qué ciudad se estrenó La Italiana en Argel, ópera de cuyo estreno se celebran 200 años?

  • En Paris
  • En Venecia
  • En Roma 
  • En Milán

¿Qué edad tenía Rossini cuando dejó de componer para dedicarse a la buena vida?
  • Más de 80
  • Menos de 40
  • 60 años
  • 75 años

¿A qué obra recuerda el argumento de La italiana en Argel?
  • El barbero de Sevilla de Rossini
  • Las bodas de Fígaro de Mozart
  • El viaje a Reims de Rossini
  • El rapto del Serrallo de Mozart

¿Con qué apelativos se le conoce a Rossini? Señala dos
  • El cisne de Pésaro
  • El cisne de Catania
  • Il tedeschino (pequeño alemán)
  • El genio de Busetto
Esta semana proyectamos, desde el Teatro Comunale de Bolonia, La italiana en Argel. Quizá muchos no la conozcáis, pero la undécima ópera de Gioachino Rossini (y su primera obra maestra) es un título imprescindible del repertorio porque aquí despega su carrera. La escribió en apenas tres semanas en 1813, supuso su primer gran éxito en Italia y no tardó en llegar a los teatros de Alemania y Francia, donde terminaría siendo un ídolo. Tanto el libreto como, sobre todo, la partitura anticipan uno a uno todos los rasgos que aparecerán en sus obras maestras posteriores (como El barbero de Sevilla). Esto es:
 1) la obertura. Si algo se recuerda de las óperas del “cisne de Pésaro” son sus preludios musicales. Pegadizos, elegantes, extensos y de gran altura musical. Cronológicamente, primero vino el de La italiana (1813), donde Rossini deja su huella, su gran seña de identidad respecto a la orquesta: el crescendo, es decir, la repetición de una misma melodía que cada vez va incrementando más y más la velocidad y el volumen (de pianissimo a fortissimo), dando lugar a una energía desbordante.Si os fijáis, lo aplica apartir del min. 1.39 en esta pieza y, como veremos, en todas las demás.
El Barbero de Sevilla, que en torno al minuto 2 contiene el tema másfamoso de todas las oberturas de la historia de la ópera.
Por último, la insuperable Guillermo Tell, con una riqueza instrumental nunca antes desarrollada, y que incluye en el min. 8.30 un nuevotema, llevado por el viento metal, que los dibujos animados y lapublicidad han convertido en famosísimo.
Ahora hagamos memoria: ¿de cuántos compositores de ópera podríamos tararear tantas piezas? Esto habla a las claras de una de las grandes virtudes de Rossini: su talento innato para las melodías inolvidables, en las que las notas se unen con tanta naturalidad que parece fácil. Wagner, que no era precisamente uno de sus admiradores pero sabía de lo que hablaba, escribió: “Volvió la espalda a la pedante acumulación de partituras densas y escuchó al pueblo, que cantaba sin una sola nota escrita. Lo que oyó fue lo que había perdurado en el oído: la melodía desnuda, grata”.
2) La influencia germánica. A Rossini le apodaban “Il tedeschino”, algo así como “el alemancito”, porque sonaba a Mozart y a Haydn, un estilo que se debía a su formación musical en Bolonia. Defendía fervientemente el clasicismo musical, y La italiana en Argel contiene dos homenajes importantes. El primero es la obertura que acabamos de mencionar: comienza con un tranquilo pizzicato de las cuerdas, y de pronto la orquesta al completo (con viento metal y timbales) estalla en un golpe atronador. Ese efecto ya lo había probado su admirado Haydn en 1791 en el segundo movimiento de la Sinfonía 94, llamada “de la sorpresa” porque el estruendo repentino estaba pensado para levantar de la silla a los aristócratas que se dormían en el palco. Aquí, en el segundo30.
Otros guiños van dedicados a su principal referente, Mozart. Encontramos citas casi literales a melodías de Las bodas de Fígaro, como el coro inicial del Acto II, que en el segundo 0.22 hace un guiño al ascenso por terceras de la escala mayor en la célebre aria Non più andrai,de Fígaro. Segundo 0.17.
De la misma manera, varios momentos de la orquesta en el Acto II recuerdan poderosamente al final del Rapto del serrallo, obra con la que La italiana en Argel comparte argumento: es algo así como su negativo fotográfico, ya que se invierten los protagonistas (es la mujer la que viaja a un país exótico y lejano para rescatar a su amado). Bassa Selim, aquí.
3) Conservador y revolucionario. Hemos comprobado que desde la obertura Rossini tiene un pie en el pasado y otro en el futuro; es al mismo tiempo un retrógrado defensor de las viejas formas y un innovador. En lo que respecta a la orquesta, sus aportaciones fueron numerosas; la instrumentación no se limita a acompañar, como era habitual en la época, sino que comenta la acción, la subraya, se burla… alcanza una riqueza insólita que solo igualaría (bueno, de hecho la superaría) Puccini casi un siglo después. Por ejemplo, cuando Isabella llega al palacio, las cuerdas ascienden (de Do a Mi bemol) imitando sus pasos furtivos, como de puntillas. Del seg. 0.01 al 0.06 aquí.
Y en el aria de Lindoro Languir, el solo de trompa del principio refleja su melancolía (por cierto, en esta versión canta el magnífico estadounidense Lawrence Brownlee, quizá el único tenor ligero que hoy en día puede rivalizar con Juan Diego Flórez. De regalo, aquí va la versión del peruano. Y, para nostálgicos, el mítico Francisco Araiza.
4) La voz. Aunque Rossini cuida la orquestación muchísimo más que sus coetáneos, su punto fuerte –que para eso estamos en el bel canto- es el uso de la voz. Las distintas coloraturas, dificilísimas (de los trinos a los picados, mordentes, legatos, apoyaturas) describen distintos estados emocionales, desde el arrebato amoroso de Lindoro hasta el ardor del mujeriego sultán, que en la impresionante aria de bajo Gia d’insolito tiene que cantar grotescos saltos que parodian su carácter. Aquí, el granMichele Pertusi, al que escucharemos el jueves, muy ágil en las coloraturas. Aún mejor, Raimondi.
 Las coloraturas también refuerzan la picardía de la protagonista en todas sus intervenciones, particularmente en su aria del Acto II Per lui che adoro, aquí con  MarianaPizzolato, protagonista en la producción que veremos desde Bolonia.
-----Por cierto, una curiosidad sobre esa aria: Rossini primero escribió el obbligato (solo instrumental que acompaña al cantante) para violonchelo, pero más tarde lo cambió por la flauta travesera. Así, en algunas versiones aparece el primero (aquí, en el minuto 20,con la fabulosa Marilyn Horne) mientras que en la mayoría lo que se oye es la flauta: aquí, en el 0.15, con Teresa Berganza; palabras mayores.
-Al tenor, como no podía ser de otra manera, le hace dar notas estratosférias y recorrer pasajes a grandísima velocidad. Al principio del segundo acto, cuando los amantes acaban de planear que huirán juntos, Lindoro expresa su felicidad; en la primera partitura, Rossini incluyó aquí Oh come il cor, una cavatina de cuya autoría se ha llegado a dudar. Aquí, cantada por el gran Luigi Alva.
Tiempo después, compuso Concedi l’amor pietoso, un aria con más sustancia y un precioso clarinete, para reemplazar a la anterior. Aquí, con Rockwell Blake. Y una versión con un audio un poco mejor, con Juan Diego Flórez.
En cualquier caso, ninguna se ha llegado a consolidar como la definitiva, no por falta de calidad sino precisamente porque son tan buenas que han perdurado las dos.
5) Los juegos de palabras. Si La italiana contiene varias arias espléndidas, donde de verdad se comprueba el talento (no solo melódico sino también cómico) de Rossini es en los concertantes, es decir, en los números de conjunto: tríos como la “investidura” de mustafá como Pappataci –aquí, min. 4.30, quintetos como el del segundo acto, cuando toman café y Mustafá no hace más que estornudar para que Taddeo se marche, pero el viejodesoye la señal. Min. 4, aprox.
O, por supuesto, en los finales de acto, donde da rienda suelta a su ingenio. El Acto I concluye con siete personajes confusos, que cantan “mi cabeza va a estallar”, y reproducen la onomatopeya correspondiente a un cañón, una campana, un martillo… pum, crac, tac, din, a partir del min. 4.20 aquí.
A Rossini le apasionaban las bromas*, los juegos de palabras y la repetición de fonemas. El año pasado lo vimos en La Cenerentola, que remataba el primer acto con el concertante Questoè un nodo avviluppato.
6) El libreto. Tengamos claro desde el principio que nada de lo que acontece en escena debe tomarse en serio. El argumento es un disparate inverosímil de principio a fin, divertidísimo en la época y ahora más propio de sonrisa cómplice que de carcajada. Sin embargo, la descripción de los personajes es moderna (y hasta feminista) y contiene líneas memorables, como la discusión inicial entre Isabella y Taddeo:
-Un amante estúpido es un gran suplicio.
-Una mujer astuta es como un precipicio.
-Prefiero un turco a un granuja.
-Prefiero fracasar que hacer de carabina.
En cualquier caso, no admite discusión su ritmo trepidante, su pulso dramático y, sobre todo, su música, a ratos celestial. Aburrirse resulta imposible. Así, aunque las comedias suelan tomarse como obras menores, en especial las de Rossini, al que muchos compositores ningunearon (Beethoven, cuando se conocieron en Viena, le espetó: “los italianos no tienen talento para la ópera seria, desconocen la ciencia de la música”), contagian una vitalidad y una alegría de vivir que solo Mozart igualaría. Que levante la mano quien salga de la sala de mal humor. 
Muchas gracias por vuestra atención, perdonad si me he extendido demasiado y que disfrutéis de esta pequeña joya que es "La italiana en Argel".

* Respecto a su espíritu bromista: en 1813, Rossini firma con La Fenice, algo que su anterior contratante, el dueño del Teatro San Moisè, entiende como una traición. Al compositor le quedaba todavía un trabajo que entregarle, así que el empresario le entrega un libreto horroroso y absurdo; Rossini acepta la apuesta, escribe una música disparatada y genial, Il signor Bruschino, una comedia en cuya obertura los violines golpean con sus arcos los atriles… ¡y en la que hasta llega a incluir una marcha fúnebre!
**Una última curiosidad: la vida de Rossini es un sinfín de sorpresas, casi parece una burla. Algunas leyendas no pueden comprobarse (se dice que era tan prolífico que escribía un nuevo dúo porque la partitura del anterior se le había caído y no le apetecía levantarse de la cama a recogerla), pero otras son exactas. Desde su fecha de nacimiento, el 29 de febrero de 1792, año bisiesto, hasta su retirada, insólita en el mundo de la música: justo después de escribir su obra maestra de madurez, Guillermo Tell, que abría nuevos caminos sonoros a su carrera, decidió dejar de escribir en 1829. “Como un funcionario que se jubila. Una decisión incomprensible, inconcebible y absolutamente única”, dice Kurt Pahlen. Se han apuntado como motivos ciertos problemas de salud, una recepción tibia de su última obra por parte del público y la conciencia de que los tiempos estaban cambiando y no había lugar para él. En cualquier caso, se hizo elegantemente a un lado y vivió casi cuarenta años más, en los que se dedicó a cultivar su legendario buche con platos de su invención, como el “tournedó Rossini”.

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