LA ÓPERA DE CHAIKOVSKI "EUGENE ONEGIN" EL JUEVES 26 DE FEBRERO EN LOS CINES VAN GOGH
Para ir preparando el terreno al Trivial que hacemos para repartir diez entradas de los títulos del Ciclo de Ópera y Ballet de los Cines Van Gogh, incluimos en esta entrada el estudio audiovisual de Javier Heras sobre la ópera EUGENE ONEGIN de Chaikovski que se podrá ver este próximo jueves 26 de febrero´15 a las 20h en los Cines Van Gogh.
Mañana lunes, estad atentos a la entrada con las preguntas del trivial, que os podrán hacer ganadoras o ganadores de una de las diez entradas para ver esta ópera.
Puedes leer el estudio audiovisual de Javier Heras, entrando en ESTE ENLACE
Buenas tardes a todos,
El próximo 26 de febrero disfrutaremos desde el Festival de Salzburgo de una ópera extraordinaria, probablemente la mejor del repertorio ruso: Eugene Onegin, de Chaikovski. La presencia del sabio Daniel Barenboim en el foso (en un título en el que la orquesta asume una importancia capital) bastaría como motivo para no perdérsela; más aún si el papel protagonista recae en el sueco Peter Mattei, el Onegin más solicitado de la década, con su bello timbre de barítono, su magnetismo físico y sus dotes como actor; por si fuera poco, el reparto lo completan nombres del prestigio de Ekaterina Gubanova o el ya mítico bajo Ferruccio Furlanetto.
Aquí os vamos a dar algunas de las principales razones por las que tantos críticos consideran Eugene Onegin una de las mejores óperas jamás escritas:
1) La escena de la carta
Pongámonos en situación: la protagonista, Tatiana, una joven que idealiza el amor de tanto leer novelas románticas, ha conocido al cosmopolita Eugene Onegin y cree haber encontrado a su príncipe azul. Nerviosa, no es capaz de dormir y pasa una noche entera escribiéndole una carta en la que se declara. (sublime Renée Fleming)
El libreto es de una altura extraordinaria (se basa en la novela en verso de Pushkin, que respeta bastante). En este largo y maravilloso pasaje, Tatiana alterna distintos estados de ánimo con mucha naturalidad, sin afectación (nada que ver con los típicos melodramas de ópera), como cualquiera de nosotros hemos sentido alguna vez: de la indecisión (“pensé callar”) a la esperanza (“valor, ¡tiene que saberlo!”) y los nervios (“¡te espero!”). Todo resulta creíble.
La música de Chaikovski (que siempre se identificaba con sus heroínas) muestra esos contrastes pero sin brusquedad, con elegancia y muchísima sensibilidad.
Su dominio de la orquesta es impresionante. Nos podemos fijar en cómo los instrumentos de viento se responden entre sí (y a la voz): el oboe, el flautín o la trompa. De repente, unas notas de un arpa, sutiles, o un apoyo de los contrabajos, de los clarinetes... Ningún instrumento sobra, todos apoyan los estados de ánimo.
Esa complejidad de capas de sonido, esa inmensa gama de colores, nos recuerdan que Tchaikovsky fue un brillante compositor de sinfonías (ahí queda la Patética, por ejemplo) y de conciertos (el nº 1 para piano). En sus óperas, cuidó muchísimo las partes instrumentales. Lo mismo se puede decir de sus ballets (aquí, la batalla contra el rey de los ratones en El Cascanueces)
2) El alma rusa
Pese a que su estilo romántico, apasionado y tirando a europeo despertaba suspicacias entre sus compatriotas nacionalistas (el grupo de los Cinco: Mussorgski, Balakirev…), cualquiera reconoce en las obras del creador de “El lago de los cisnes” ese toque ruso, como decía Stravinski: “La música de Chaikovski, que no parece rusa a los ojos de todos, a menudo es más profundamente rusa (…). Aunque no cultivó específicamente en su arte el alma del campesino ruso, bebió inconscientemente de las auténticas fuentes populares de nuestra raza”.
Resulta muy interesante cómo logró fundir el alma rusa, su infancia de canciones en el campo, impregnada de música folclórica, con la música más "académica" y occidental. Así empieza el segundo acto, con un entreacto de orquesta al que sigue un Vals y un coro (los invitados a la fiesta) que introduce notas que no nos suenan a Viena ni a Johann Strauss, sino a escalas eslavas.
¿Y acaso no suena ruso el coro del primer acto?
Por cierto, en este interesante vídeo de la Royal Opera House, Kasper Holten explica precisamente el papel del coro en Eugene Onegin.
3) Las melodías de Lenski
Aunque el papel del (antipático) protagonista corresponde al barítono, los momentos musicales más bellos de esta obra, aparte de los de Tatiana, tienen como epicentro a Lenski, el tenor.
Lenski es un poeta vecino de Tatiana y prometido de su hermana Olga. Amigo íntimo de Eugene Onegin, al que presenta a la familia. En el primer acto, cuando los cuatro jóvenes pasean por el campo, el poeta le canta a su amada y la melodía es irresistible, una de las más hermosas de toda la producción operística. Ya lyublyu vas: (fabuloso Neil Shicoff)
(Fritz Wunderlich la canta maravillosamente… en alemán)
Chaikovski no usa estos pasajes para el lucimiento vocal de los cantantes, sino para expresar el carácter y el estado de ánimo del personaje. Con su inspiración desbordante, Eugene Onegin es un caudal de melodías en movimiento.
En el segundo acto, Lenski y su mejor amigo se han peleado por celos. Sin saber muy bien cómo ni por qué, acaban retándose a un duelo a muerte.
Mientras espera a Onegin junto a un río helado, Lenski repasa su vida, se lamenta de su amistad rota y del amor que va a perder. Es su testamento, su despedida de este mundo, porque la bala que disparará Onegin le alcanzará el corazón. (explico todo esto porque no he encontrado un solo vídeo con subtítulos) Kuda, kuda
Cuando tiene lugar el duelo, después de un tristísimo dúo de los amigos, comprobamos el personal uso de los leitmotiv de Chaikovski en esta ópera. Si nos fijamos en la flauta travesera que suena a partir del min. 2, ¿no nos recuerda a la preciosa melodía de Ya Lyublyu vas, el arioso de Lenski en el primer acto?
Si antes esa melodía era optimista, en modo mayor, ahora ha modulado a una tonalidad menor, muy oscura. Sin aspirar a una red de motivos conductores tan compleja como la de Wagner, Chaikovski reincidía en los temas musicales más importantes como elemento de continuidad dramática.
4) Varios números memorables
El hecho de que la mayor parte de las piezas más conocidas de Chaikovski provenga de sus ballets (El cascanueces, La bella durmiente) no significa que sus óperas (Iolanta, La dama de picas) no contengan pasajes inolvidables. En el caso de Eugene Onegin, aparte de los momentos que ya hemos mencionado, podríamos destacar estos:
-final del acto I: Onegin rechaza a Tatiana, cortés y elegante pero firme en sus principios. Aquí, Dmitri Hvorostovsky, el mejor barítono ruso de las últimas décadas.
-Acto III. Onegin ha matado a su amigo y se ha marchado del país. Cuando vuelve, muchos años después, acude a una fiesta a casa del príncipe Gremin. Allí descubre que está casado con la mujer a la que él rechazó, Tatiana. Ella ya no es una joven ingenua de campo, sino una dama fascinante de la que Onegin se queda prendado. Pero el príncipe Gremin, mucho mayor que ella, canta aquí sobre su matrimonio y el amor por encima de las diferencias de edad. Es una intervención memorable para el bajo, un personaje muy breve que gracias a esta aria (Lyubvi vsye vozrasti) se disputan los mejores.
Esta versión es una joya. El húngaro Kolos Kovats brilla por su timbre, su nobleza... y esa estratosférica nota final, en la que aguanta una nota gravísima después de medio minuto sin respirar (min. 5.15)
-Final del Acto III: Onegin se confiesa a Tatiana. Ella, mal que le pese, no ha dejado de amarle... pero es demasiado tarde. La joven decide ser fiel a su marido, seguir su deber. Aquí se separan para siempre, en un dúo sensual primero (¡qué preciosa línea vocal de la soprano a partir del 0.40!) y agitadísimo en su conclusión.
Gracias por vuestra atención. Podríamos seguir desgranando Eugene Onegin y no dejaríamos de encontrar detalles y virtudes; se trata de un título imprescindible del siglo XIX, y el jueves 26 tendremos la oportunidad de ver en pantalla grande la intachable producción del el festival de Salzburgo. Os esperamos.
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