LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN COMO LUGARES DE MEMORIA - ARTÍCULO DEL HISTORIADOR JAVIER RODRÍGUEZ GONZÁLEZ
Plano del campo de concentración Stalag VIII-A en Görlitz (Silesia)
donde se estrenó el Cuarteto para el Fin de los Tiempos el 15 de enero de 1941
Artículo de Javier Rodríguez González, historiador, Profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de León, escrito para LOS LUGARES DE LA MEMORIA.
Queremos desde aquí agradecerle su interés e implicación en este proyecto.
En la segunda mitad del siglo XX la internacionalización de la memoria de la Segunda Guerra Mundial, de los horrores sufridos por la población civil en los campos de concentración nazis y de la represión desencadenada por diversas dictaduras militares suscitó un movimiento de reparación moral de las víctimas con las consiguientes peticiones de perdón y las iniciativas de reparación financiera y jurídica. El conocimiento histórico ha sido considerado por muchos estados democráticos como un derecho civil; en consecuencia, la presencia de instituciones destinadas a garantizar el derecho de los ciudadanos al conocimiento histórico, no ya del pasado nacional lejano, sino de la devastación humana que sufrió el mundo desde la aparición del fascismo en la década de 1920, y de los genocidios que éste perpetró por razones raciales, ideológicas y culturales, es hoy en día una realidad con prestigio en los principales países de la Unión Europea. Pero también en Estados Unidos y Cánada, en Argentina y Chile, en Australia y en Japón; y la memoria de las dictaduras se extiende a países como Ruanda o Sudáfrica con la voluntad de explicar la magnitud de los enfrentamientos civiles y los regímenes que los provocaron.
En España no hemos sido ajenos a esta nueva dimensión de la memoria, aunque este movimiento social se ha manifestado con mayor retraso que en otros paises. La Guerra Civil ha sido el hecho más dramático y traumático de la historia de España del siglo XX. La guerra marcará violenta y permanentemente tanto la memoria de sus protagonistas directos e indirectos como la de sus descendientes y la de todas las generaciones futuras. Porque a la crueldad de los tres años de contienda hay que añadir cuarenta años de dura represión, durante los que el terror institucionalizado por la Dictadura Franquista y la violencia ejercida bajo diferentes formas (detenciones, fusilamientos, internamientos en cárceles y campos de concentración, tortura, hambre…), el control social, la degradación y la humillación de los vencidos, no sólo añadieron más sufrimiento sino que abrieron aún más, las profundas heridas psicológicas heredadas de la guerra, al tiempo que impedían la más mínima posibilidad de curarlas.
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La implantación de un sistema de campos de concentración ocupa un lugar importante dentro de la historia de la violencia política llevada a cabo por el franquismo que construyó su régimen sobre la derrota de la Segunda República y la represión en sus más variadas formas -política, económica, social, cultural, administrativa y de género-. Desde finales de 1936 se fueron creando campos de internamiento en Zaragoza, Burgos, La Coruña, Ávila y Talavera de la Reina, éstos serían los antecedentes de la red de campos de concentración que se extendíó por la retaguardia franquista desde julio de 1937 con la creación de la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros.
En 1937 la Guerra Civil adquiere especial protagonismo en el norte de España y el número de campos de concentración se incrementará exponencialmente con la sucesiva ocupación de Guipúzcoa, Vizcaya, Santander y Asturias que junto con el norte de la provincia de León cae en poder del ejército franquista en octubre de 1937. En la memoria colectiva quedarán para siempre grabados entre otros los nombres del Fuerte de San Cristóbal en Pamplona, los campos de Estella -Casa Blanca y Monasterio de Irache- en Navarra, la Universidad de Deusto en Bilbao, La Magdalena en Santander, Llanes, Avilés, Logroño, los campos burgaleses del Monasterio de San Pedro de Cardeña, Miranda de Ebro, Aranda de Duero y Lerma, y San Marcos en León.
Casi medio millón de prisioneros pasaron por los más de 180 campos de concentración donde el franquismo les sometió a procesos de clasificación y reeducación política, recatolización, depuración, humillación y, finalmente, de reutilización en trabajos forzosos. Los presos sufrieron el hacinamiento, la falta de higiene, pasaron hambre, tuvieron frío, padecieron enfermedades, sufrieron torturas y muchos de ellos terminaron condenados a muerte.
El edificio del antiguo Hospital de San Marcos en León fue utilizado como cárcel por los sublevados tras el golpe de estado de julio de 1936; en el primer año de guerra para muchas personas su estancia en San Marcos fue el paso previo a una muerte que se produciría en forma de “paseos” o de ejecuciones sumarísimas tras ser juzgadas en consejos de guerra. Entre 1937 y 1940 pasó a depender de la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros; tras la caída del Frente Norte, el 21 de octubre de 1937, San Marcos incrementa su población reclusa y se convierte en uno de los campos de concentración más duros de España, contabilizándose en algunos momentos 7000 hombres y 300 mujeres.
De San Marcos se hicieron tristemente célebres salas como la Tercera, la Cuarta, el Museo, el Picadero, el Patio (donde los presos tuvieron que soportar las inclemencias del tiempo) y, sobre todo, la Carbonera, una habitación de medidas reducidas y sin apenas ventilación, que llegó a albergar hasta 50 personas. En la Carbonera -una especie de celda de castigo- murieron muchos presos que no pudieron soportar las condiciones de hacinamiento y donde las enfermedades derivaban en una muerte segura ante las deficiencias sanitarias que presentaba el campo de concentración.
En los últimos años se ha extendido en la sociedad española la necesidad de reflexionar sobre nuestro pasado inmediato, en particular existe un interés por recuperar la voz de las víctimas de la represión franquista porque, ciertamente, todavía hoy la memoria pública difiere ampliamente de las conclusiones a las que nos conducen los estudios históricos y la memoria individual silenciada.
San Marcos es un lugar de la memoria, cada uno de los campos de concentración que funcionaron durante el franquismo son lugares de la memoria, espacios en los que se conservan fragmentos del pasado, donde se debería explicar su sentido y reflexionar sobre su trascendencia. En países como Argentina, Chile, Francia o Alemania, los lugares de la memoria son iniciativas de carácter simbólico, pero que cumplen una función social de rehabilitación moral y reconocimiento público de las víctimas de las dictaduras y de los genocidios.
En el año 2011 se cumple el 75 aniversario del comienzo de la Guerra Civil y el 70 aniversario del estreno del “Cuarteto para el fin de los tiempos”, obra compuesta por el compositor francés Olivier Messiaen durante su cautiverio en Görlitz en el campo de concentración nazi de Stalag VIII-A. Su estreno tuvo lugar en un gélido 15 de enero de 1941 y la obra fue interpretada por el propio Oliver Messiaen y por sus compañeros de cautiverio Etienne Pasquier, Jean Le Boulaire y Henry Akoka.
La sociedad española en mayor o en menor medida ha sabido de la existencia de los campos de concentración nazis; sin embargo en España se ha infravalorado la importancia que en la dictadura franquista tuvo el mayor sistema concentracionario del Sur de Europa. Este concierto quiere servir de homenaje a todas las personas que fueron internadas en campos de concentración y quiere poner en valor los lugares de la memoria, con el objetivo de recuperar la historia y la memoria de las víctimas de la represión franquista.
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