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martes, abril 08, 2014

25 HORAS PARA OPTAR A UNA DE LAS DIEZ ENTRADAS PARA VER DON CARLO DE VERDI EN LOS CINES VAN GOGH - JUEVES 10 ABRIL ´14


Sólo tenéis 25 horas para responder a una única pregunta de trivial y poder conseguir una de las diez entradas que nos facilitan los Cines Van Gogh para poder ver este jueves 10 de abril´14 a las 20h esta impresionante versión de Don Carlo de Giuseppe Verdi, del festival de Salzburgo, con Jonas Kauffmann como protagonista.

La pregunta que hay que contestar indicando además nombre y apellidos del/a aspirante es:
¿Quién es el autor del drama en el que se inspiraron los libretistas de esta ópera de Verdi?

Enviar urgentemente la respuesta a ESTE CORREO (sólo se admite una respuesta por dirección de correo electrónico y por persona)

Tenéis de plazo hasta las 00:00h del jueves 10 de abril´14!!!

Toda la información sobre esta ópera, elaborada por Javier Heras, en ESTE ENLACE

DON CARLO: SINOPSIS MUSICAL

Buenas tardes a todos,
Esta semana tendremos la suerte de disfrutar de una de las mejores producciones de los últimos años: Don Carlo desde el festival de Salzburgo. Una suerte porque la mayor dificultad de la ópera (y su gran virtud) es que desarrolla cinco papeles protagonistas para las cinco principales cuerdas, con lo cual exige un reparto de primera clase. En esta época tan escasa en grandes voces, es difícil encontrar un elenco mejor que éste: como protagonista, el alemán Jonas Kaufmann (Munich, 1969), el tenor más solicitado de la actualidad, y ya no solo especialista en Wagner sino con un flamante nuevo disco dedicado a Verdi. A su lado, la fabulosa Anja Harteros, que arrancó las mayores ovaciones de la noche como Isabel de Valois, y el afamado barítono canadiense Thomas Hampson (Posa). Matti Salminen dio vida con su voz sin igual a Felipe II, y Ekaterina Semenchuk mostró grandes habilidades dramáticas como Éboli. Por si fuera poco, una batuta siempre detallista, la de Antonio Pappano, al frente de la infalible Sinfónica de Viena. Poco más se puede pedir.

Don Carlo, última creación de Verdi antes de Aída y su parón creativo de diez años hasta Otello, es una ópera magistral, profundísima, aunque también densa, larga y algo complicada. Como el espacio del programa impreso se nos quedaba muy corto para desarrollar una sinopsis completa, hemos pensado en facilitaros una más larga y detallada en la que, de paso, introducimos comentarios sobre la música y enlaces a vídeos. Esperamos que os guste.


ACTO I (o prólogo)
La España de Felipe II está en guerra con Francia. Para calmar las aguas, el rey envía una delegación a Fontainebleau y propone un matrimonio de conveniencia entre su hijo, el infante Carlos, y la heredera del trono del país enemigo, Isabel de Valois. Los prometidos se encuentran por casualidad en un bosque y, sin saber quiénes son, se enamoran. En el único momento feliz de esta ópera, el tenor se luce con su aria, Io la vidi, aquí con Franco Corelli (min. 1.30)

Un cañonazo los interrumpe. Las dos naciones han firmado la paz. Para garantizarla, la joven habrá de casarse no ya con Carlos, sino con el propio Felipe II.

ACTO II
Ya en España, Carlos apacigua sus penas en el monasterio de Yuste, donde está enterrado su abuelo, el ilustre Carlos V. De hecho, el infante cree reconocer al fallecido emperador en un misterioso fraile, un ambiente místico que refuerza el coro masculino ------>  https://www.youtube.com/watch?v=mSw2V3HGlDs (seg. 0.20)

Allí lo va a buscar su amigo de juventud, Rodrigo, a quien le confiesa su amor imposible por Isabel. El duque de Posa acaba de regresar de Flandes, que sufre la opresión española. Como conoce los ideales liberales de su amigo, canaliza (podríamos decir que incluso manipula a su favor) la fuerza de su dolor en defender la independencia flamenca: “Será tu obra; aprende entre la gente oprimida a ser rey”. El inolvidable dúo Dio, che nell’alma, con ritmo militar, introduce la melodía más empleada en esta ópera: un leitmotiv que alude a su juramento de amistad hasta la muerte, pero también a la liberación de los Países Bajos.
           
A partir del 1.30, impresionante versión de Sherrill Milnes y Plácido Domingo.https://www.youtube.com/watch?v=toHDnM9EC6o En el 2.31, las dos melodías antes paralelas se unen en una nota: el unísono simboliza su amistad. Atención a cómo en el 4.01 entra la melodía del coro de frailes, “Carlos, sumo emperador”.
Como curiosidad, versión de Corelli, que era un animal (y competitivo), empequeñece a su compañero Quilico con un final en agudo que no está escrito y casi nadie hace: https://www.youtube.com/watch?v=13Ihlv8oP2s

Carlos necesita hablar una última vez con Isabel antes de marcharse a los Países Bajos. Posa organiza el encuentro con la reina, a la que acompaña su séquito. Se destaca la hermosa princesa de Éboli. Verdi, por imposición de las normas de la Grand opéra francesa, tenía que números ligeros y entretenidos, así como bailes. Para la mezzosoprano compuso la llamativa Nel giardin, también llamada el aria del velo, que el compositor aprovechó para introducir colores locales (flamenco).

Ya en privado, Carlos se deja llevar y confiesa sus sentimientos a Isabel. Pero ni siquiera la posibilidad de no volver a verlo hace que la reina pierda la compostura: “El deber cerró mis ojos”. En el dúo Io vengo a domandar hasta lo llama “hijo mío”, lo que a él le sienta como una puñalada.

De pronto, aparece el rey, que sorprende a su mujer sola, cuando según el protocolo debería llevar siempre a una doncella. Así, despide a la dama de compañía. Isabel le dice adiós entre lágrimas en la preciosa Non pianger:

Felipe II llama a Posa. Comienza otro largo dúo memorable, Restate. Pretende ganarse sus favores, pero el joven rechaza cualquier privilegio y, de hecho, aprovecha la ocasión para denunciar la represión española en Flandes. El soberano es implacable: “Solamente con sangre puede haber paz en el mundo. Mi espada aplastó a los reformistas que engañan con falacias”. Sin embargo, el caballero no baja la cabeza como cualquier cortesano, sino que defiende fogosamente su opinión, lo que impresiona al rey. Incluso llega a lo temerario: cuando Felipe sostiene que en sus dominios reina la paz, Rodrigo replica: “¡La paz de los sepulcros!”. El anciano, lejos de enfadarse, admira el valor del marqués: “Eres el único hombre en este enjambre”. Necesita a alguien de confianza al que abrir su corazón, confesarle su soledad y sus recelos sobre su esposa y su hijo: “De mi cabeza, que soporta la corona, la angustia aprende”. Sellada su amistad, le previene del peligro del Inquisidor.

-Dos mitos, Furlanetto y Cappuccilli. Parte 1: https://www.youtube.com/watch?v=k7xlEpvPu6Q
Atención al minuto 5. Posa dice: “Orrenda pace”, y lo subrayan unos violentos trombones.
En la segunda parte del dúo, se suceden melodías imborrables, de Questa la pace (al comienzo) a Osò lo sguardo (min. 3.17, se repite en el 5.33), o el contraste de las dos voces en el 5.33. Parte 2: https://www.youtube.com/watch?v=TDP78YhYxms


ACTO III
En un jardín, Carlos espera impaciente a una dama que le ha citado por carta. Ella aparece tapada por un velo. Se declaran su mutuo amor, pero resulta ser la princesa de Éboli, no la reina. Cuando la pasión del infante queda desvelada, ella siente humillación y jura venganza. Rodrigo aparece para intermediar, y consigue que Carlos le entregue sus documentos comprometedores.
            La siguiente escena, el auto de fe, es una de las mejores que escribió Verdi. Delante de una iglesia, la Inquisición lleva a unos herejes a la hoguera. La muchedumbre los aguarda y lo celebra con curiosidad morbosa: su canto festivo contrasta con los vientos (trombones, fagotes) densos, terribles, que hacen entrada con los frailes. De repente, irrumpen varios embajadores flamencos, con Carlos a la cabeza. Piden justicia y piedad para su pueblo. “A Dios fuisteis infieles”, los despacha Felipe II. Su hijo le solicita el mando de Flandes, y ante su negativa desenvaina la espada. El monarca ordena que lo detengan, aunque nadie se atreve a desarmarlo. Al final, lo hace su mejor amigo, Posa (quizá para evitar males mayores). “¡Oh, cielos! ¿Tú?”. El dolor del infante por la traición se traduce en un clarinete que recuerda el leitmotiv de la amistad perdida, ahora frágil, lejano, melancólico. Con Carlos esposado, los condenados arden bajo la cruz sin que nadie rechiste. Solo una voz celestial clama por su inocencia y los conforta.

Parte 1: primero el coro jovial de los fieles, hasta la entrada tenebrosa (min. 1.50) de los monjes. Verdi ensaya disonancias en los trombones, una armonía modernísima: simbolizan el peso de la Inquisición:https://www.youtube.com/watch?v=kZDfRKP0H9k
Parte 2: el estupor de Carlos (min. 7) ante Rodrigo: la melodía de los amigos suena ahora en el viento madera, más triste y apagada. En el min. 8.19, Verdi contrasta la oscura melodía de los frailes con las súplicas de piedad de los flamencos. Al final, una voz fuera de escena “absuelve” a los infieles quemados vivos. https://www.youtube.com/watch?v=m1C4Q5uwf2U


ACTO IV
Lo mejor de esta ópera aún estaba por venir. El acto IV al completo se incluye, por texto y música, entre las cumbres de inspiración de Verdi.
En su gabinete, Felipe II se tortura por los celos y su vida sin amor. Un sublimeobbligato (solo) de violonchelo introduce Ella giammai m’amo, en la que el rey expresa su profunda soledad. El texto también es extraordinario: “la vela que se apaga” alude a su vejez, pero también a que ha pasado la noche despierto y ya amanece.
https://www.youtube.com/watch?v=G7ZzwbOgfGM Aquí, un soberbio Cesare Siepi. Se encadenan melodías bellísimas, a cual más oscura. Cuando el rey piensa en voz alta sobre su hijo traidor, la orquesta responde (7.20)

El monarca hace llamar al Inquisidor. El dúo de bajos (Il grande Inquisitore) pone los pelos de punta. Le consulta si, por mantener el orden, un padre puede condenar a muerte a su propio hijo. “Para salvarnos, Dios sacrificó al suyo”, responde el viejo; durísima crítica de Verdi a la manipulación de la iglesia y sus esferas de poder. El Inquisidor, a cambio de absolver al rey, le exige la cabeza del rebelde Posa. ¡Su único amigo! Felipe se resiste, pero termina cediendo. ¡Él, a quien se supone un poder absoluto! “Así pues, el trono debe plegarse siempre al altar”, concluye, apesadumbrado.

Raimondi y Ghiaurov. Versión estremecedora. En el min. 8.34, Felipe II baja dos octavas, de “trono” a “altar”: de nuevo “traduce” en música las palabras. Ese descenso emula que el rey ha bajado la cabeza, se ha arrodillado ante el clero.https://www.youtube.com/watch?v=c7oJVeFibAQ. Un instante cumbre de la música para el registro de bajo. Así lo cantaron los mejores de la historia:https://www.youtube.com/watch?v=ztUB_LWvy24 )

Isabel entra en su despacho muy alterada: le han robado su cofre. En realidad, lo tiene su esposo, al que se lo envió la princesa de Éboli, despechada. Al abrirlo, encuentra el medallón que le regaló Carlos a su amada, lo que le enfurece. Ella defiende su inocencia. En medio de la discusión, llegan a auxiliarlos Posa y Éboli. En el bello cuarteto Sii maledetto cada uno expresa sus pensamientos.
Cuarteto insuperable: Resnik, Christoff, Jurinac y Bastianini

Ya a solas con la reina, Éboli le pide perdón por amar a Carlos y confiesa haberla traicionado. Isabel la destierra de la corte. Su lamento, O don fatale, es una joya para mezzosoprano. 

Por su parte, Posa acude a prisión a ver a Carlos. Le explica que le ha salvado la vida: ha declarado como suyos los papeles comprometedores del infante. Y lo paga: un sicario del rey le dispara desde la oscuridad. En su conmovedora agonía, melodiosa y noble (O carlo escolta), encomienda a su amigo la misión de liberar Flandes y convertirse en un rey moderno: “Un nuevo siglo de oro harás renacer (…) Moriré con alegría en el corazón: pude reservarle a España un salvador”.

https://www.youtube.com/watch?v=Ojz_UMwuw8s  (Cappuccilli y Carreras. En el 6.40, sobre un fondo cálido de arpas, su despedida. En el 7,20, el noble leitmotiv de la amistad que ya conocemos.

Carlos decide tomar el testigo, y así se lo dice a la cara a su propio padre, que llega a prisión para devolverle su espada y sus derechos. Aprovechando el alboroto y la confusión de una muchedumbre que se amotina, Carlos huye. El temible Inquisidor aplaca al pueblo.

ACTO V
La orquesta repite el motivo lúgubre del inicio del Acto II: volvemos al monasterio de Yuste, donde Isabel, desolada, reza ante la tumba de Carlos V.
https://www.youtube.com/watch?v=PBdigqbiVwU inicio acto V, réplica del anterior, aunque a partir del min. 1 entran unos violines muy expresivos

 Tu che le vanità es un aria profundísima para soprano: “Tú, que la vanidad del mundo conociste y gozas del reposo profundo en tu sepulcro, llora por mi dolor, si aún se llora en el cielo”. Recuerda Fontainebleau (“aquella eternidad duró solo un día”) y se plantea el sentido de su vida; quizá sea mejor morir.


Aparece Carlos. Se despiden en un dúo desgarrador (Ma lassu ci vedremo), tristes pero convencidos: sueñan con la esperanza de Flandes y recuerdan al noble Rodrigo Posa y su sacrificio. Tras un pasaje de aire marcial, concluyen con un etéreo final, el consuelo de reencontrarse en una vida mejor.
https://www.youtube.com/watch?v=z5qXR_IekfQ (Harteros y Kaufmann. En el 6.48 se evidencia la unión íntima entre texto y música de esta ópera: comienza un pasaje muy poético; los amantes ya han cerrado sus problemas “terrenos” y hablan de encontrarse “ahí arriba, en un mundo mejor, en el seno del señor (…) olvidaremos los nombres de los afectos profanos”. Y la orquesta lo subraya con un acompañamiento suave de cuerdas que se mecen como en un sueño. Sublime.

El rey frena a Carlos y procede a entregarlo a la Inquisición. Pero interviene una fuerza sobrenatural, un monje que lo protege de la amenaza humana. Tiene la voz de su abuelo, Carlos V, que se lo lleva al otro mundo, a la paz celestial.

Final de la ópera, con una apabullante Caballé (nota aguda y larguísima, min. 1.02) https://www.youtube.com/watch?v=EcEsuRFvfyw


ALGUNAS NOTAS SOBRE LA MÚSICA
Don Carlo puede asustar por su duración y su tono oscuro, desde luego no sería la mejor elección para que un neófito se estrenase en la ópera, pero no hay discusión en que se trata de una de las mejores creaciones de Verdi. Contiene tantos momentos memorables que nunca se pierde el interés ni la fascinación.

1) Drama musical
Y lo mejor es que todos esos momentos, esas grandes intervenciones de los cantantes y la orquesta, están justificados desde el punto de vista del drama. En su madurez, a partir de La Traviata pero sobre todo de Simon Boccanegra, Verdi desarrolló el drama musical (sí, como Wagner) en el que la partitura siempre está al servicio del argumento. Ya no hay números cerrados (la orquesta fluye y encadena las intervenciones), ni tampoco arias gratuitas, ni momentos de lucimiento innecesarios, ni partes en las que la acción no progresa: todo tiene sentido, todo suma a la trama.
Un par de ejemplos que ya hemos incluido más arriba, en la sinopsis:
-en el dúo entre Posa y Carlos (Dìo che nell’alma), las dos voces, siempre paralelas, confluyen en una sola nota: el unísono simboliza la amistad, esa lealtad que se están jurando en el texto.
-más tarde, el rey advierte a su amigo Rodrigo del peligro. La frase “cuídate del gran Inquisidor” es, por consiguiente, grave y tenebrosa.

2) Marca de la casa: las melodías
Verdi, siempre prolífico, destacaba por la brillantez de sus melodías. En Don Carloparece que le sobra inspiración, porque ni siquiera necesita repetirlas: en el dúo entre Felipe y Posa (Restate!) se suceden melodías bellísimas que solo se exponen una vez (Questa pace, Osò lo sguardo), característica que alcanzaría su cénit años después en la genial Falstaff.

3) Orquesta llena de hallazgos
El tratamiento de la orquesta es más avanzado que nunca. Para empezar, en el uso de los leitmotives, tan habituales en las últimas creaciones de Verdi: frases musicales asociadas a un contenido argumental (personaje, lugar, idea). La más repetida es la de la amistad de Posa y Carlos: suena brillante y optimista –con acompañamiento casi militar: trompetas, timbales- en su primer dúo, y en cambio reaparece en un tono mucho más melancólico (viento madera) cuando el marqués desarma a su amigo en presencia del rey; alude a la amistad traicionada.
            La orquesta, cada vez más en el compositor de La traviata, se convierte en un personaje autónomo, casi un narrador. El largo y bellísimo solo (obbligato) de violonchelo que introduce Ella giammai m’amo retrata la soledad y los problemas de conciencia de Felipe II, de la misma manera que las delicadas cuerdas que acompañanMa lassù (la despedida final de los amantes, que hablan de reencontrarse “en un mundo mejor”) se mecen como en el cielo, como en un sueño.

4) Color del barroco español
Los especialistas verdianos suelen referirse a la “tinta” de sus partituras, al color que impregna cada ópera: por ejemplo, el mar de Simón Boccanegra, o la cierta embriaguez  de Falstaff (en aquella, la orquesta muchas veces parece balancearse, ya que el personaje siempre anda de taberna en taberna). Don Carlo emula las oscuras pinturas del barroco castellano. Esa severidad se refleja no solo en el predominio de las voces graves (Felipe, Inquisidor, Posa), sino en el protagonismo del coro de monjes (inicio de los actos 2 y 5). Como bien señala el director Antonio Pappano, “tiempo después, uno recuerda el color del acto IV hasta el final, cuando todo, de alguna manera, se concentra en el corazón del drama, la vida privada del atormentado Felipe II”. En el dúo del rey y el inquisidor, Verdi aprovecha las posibilidades de la inmensa orquesta de la ópera de París para componer un acompañamiento de fagotes y trombones, vientos graves que representan autoridad.

5) Atrevimiento
Como compositor, Verdi se fue desmelenando a medida que envejecía; ninguna de sus partituras es más moderna y creativa que Falstaff. Ya en Don Carlo muestra gran audacia en el uso de la armonía (muy innovadora en la escena del auto de fe, con esos trombones disonantes) o en la falta de complejos al usar extensísimos monólogos para caracterizar psicológicamente a los personajes (en especial Éboli, Isabel y Felipe II), sin que ello afecte al ritmo del drama.
Incluso se atreve a ofrecer su opinión sobre las fuerzas del drama, su propia ideología política, en la escena del auto de fe. El compositor, indiscutible representante del Risorgimento italiano contra el opresor austríaco, se identificó con la causa que defienden en la ópera los diputados flamencos –independencia del invasor español-, y por eso su melodía es conmovedora y en tono mayor, frente al tono menor de Felipe II y de los frailes, rígidos, como reflejo de su poder absoluto. Por cierto, los vítores de la muchedumbre (mezcla de terror y curiosidad), en contraste con la marcha fúnebre de los herejes, construyen una magnífica descripción musical de la España negra.

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Si habéis llegado hasta aquí, gracias, de verdad, por vuestra atención. Perdonad si se os ha hecho largo o pesado, como veis es una ópera que da mucho de sí. En cualquier caso, dejaos llevar por la música y por los versos del libreto, una maravilla. Con Don Carlo sucede algo que no es muy habitual en la ópera: pasa el tiempo y no se olvida, las imágenes, el color oscuro, el dolor de los personajes permanecen. Que la disfrutéis y hasta la próxima.

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