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lunes, marzo 24, 2014

LOS ENIGMAS DE MANON DE JULES MASSENET - TRIVIAL PARA CONSEGUIR UNA DE LAS DIEZ ENTRADAS PARA ESTA ÓPERA EN LOS CINES VAN GOGH - JUEVES 27 MARZO´14 - 20H


de Jules Massenet
grabada en directo en la Ópera de Berlín en 2007
con Anna Netrebko y Rolando Villazón en los papeles protagonistas
en los Cines Van Gogh de León
a las 20h el jueves 27 de marzo´14

Los Cines Van Gogh nos ofrecen 10 entradas para las 10 primeras personas que acierten las respuestas a este TRIVIAL y las envíen a este correoleon@jmspain.org indicando las respuestas correctas, nombre, apellidos y   correo de contacto (sólo se admitirá una respuesta por dirección de correo y por persona, teniendo prioridad quien no se haya beneficiado del trivial anterior).


Las personas afortunadas recibirán un correo de confirmación y podrán recoger la entrada en la taquilla de los Cines Van Gogh el jueves 27 de marzo.
  1. ¿Quiénes son los libretista de esta ópera, y en qué obra y autor se inspiraron?
  2. ¿Cuál es el origen del nombre de Manon?
  3. ¿Qué otro gran autor de óperas se inspiró en la misma historia, y qué obra escribió?


El próximo jueves 27 de marzo, vuelve la ópera a los Cines Van Gogh con la extraordinaria Manon, de Jules Massenet (1884), una de las óperas más populares y de mayor calidad de la música francesa.
Tendremos la oportunidad de disfrutar, además, de la mejor producción de esa obra en décadas: la que protagonizaron en Berlín en 2007 la entonces pareja de moda dentro y fuera de los escenarios: la rusa Anna Netrebko, soprano bellísima y carismática, y el mexicano Rolando Villazón, en su mejor momento vocal antes de su prematuro declive. Pero más allá del físico, la juventud y la química de ambos, supieron asumir dos roles tan peliagudos como los de la compleja Manon Lescaut y el amantísimo Des Grieux.
Por si fuera poco, la lujosa producción de Vincent Paterson traslada la historia del siglo XVIII a la década de 1950, con impresionantes decorados de París y un vestuario que convierte a la protagonista en la mímesis de diferentes leyendas del cine según avanza la obra, de una ingenua Audrey Hepburn a una despampanante y triunfal Marilyn Monroe. Y desde el foso, Daniel Barenboim. Casi nada.
1) La melodía
Massenet tenía un enorme talento para crear melodías inolvidables, y en Manon alcanzó el clímax de su inspiración. Las arias y los dúos contienen líneas vocales llenas de sensualidad, melancolía, pasión. Son la perfecta expresión de los sentimientos de los personajes, como se aprecia en el “sueño” de Des Grieux (acto II) o, poco antes de esa escena, en la tristísima despedida de Manon, que dice adiós a la pequeña mesa como símbolo de su romance con el joven.
2) Palabra+pentagrama
Esta ópera construye un retrato inolvidable de la protagonista, a la altura de la Traviata de Verdi o de Madama Butterfly de Puccini. Como aquellos, una de las claves reside en la unión profunda del libreto y la música. Massenet se ajusta brillantemente al texto desde la partitura, tanto en el estilo de canto como en la orquesta. Por ejemplo, la mezcla de ingenuidad, confusión y excitación de Manon en su aria inicial (“¡es mi primer viaje!”) se refuerza con un canto de frases rápidas y dubitativas, entrecortadas de risas, y una orquesta que se balancea como en una especie de ensoñación, como si buscase su sitio igual que ella. En cambio, en el tercer acto la joven es ya una mujer segura y vanidosa, y así lo muestra tanto la cadencia de su gavota como las coloraturas y frivolidades de su canto, que no hacen sino insistir en la superficialidad de su nueva vida.
3) La orquesta
La instrumentación en Manon es sensacional. No esconde la influencia de Wagner, en particular en el uso de leitmotives que se entrelazan formando una red de música continua, fluida (no se interrumpe por números cerrados), aunque de un modo más liviano, menos denso que el alemán, y con una gracia mediterránea. Los motivos musicales están presentes desde la obertura, en la que un clarinete adelanta la intervención decisiva de Des Grieux (que llegará en el cuarto acto), cuando comparará a Manon con una esfinge a la que ama y odia, que no puede comprender pero de la que no quiere separarse. Aunque todavía más destacados son los dos motivos que se introducen en la escena del dúo de amor del primer acto, y que volverán a sonar cada vez que los personajes piensen el uno en el otro o se vuelvan a ver.
Esa riqueza instrumental constituye el punto fuerte, la base, de la que seguramente es la escena más potente desde el punto de vista dramático: la del convento, cuando Des Grieux trata de ahuyentar la imagen de Manon, que se le aparece una y otra vez. El apoyo del órgano de iglesia que responde a sus ruegos a Dios, las campanas solemnes que refuerzan su decisión de convertirse en sacerdote… hasta que de pronto suenan el arpa, el violín, las melodías románticas que lo torturan, que desgarran la coraza que se ha construido y que terminará de romper Manon.
Por cierto, la fluidez y el ritmo de la música y la acción se benefician del uso de diálogos hablados en vez de recitativos. Era una imposición de las normas de la Opéra Comique, que había realizado el encargo; sucedía lo mismo en la zarzuela española o el singspiel alemán.
4) El toque francés

Aunque Manon, en su trama y en su música, está recorrida por la pasión de sus protagonistas, llama la atención su elegancia, una contención muy francesa. Esa sofisticación de los sentimientos, intensos pero comedidos, siempre sutiles, lejos de los excesos del verismo italiano, encajaba con el gusto de la burguesía de la época y se asocian desde entonces al estilo de la ópera de ese país.

ACTO I
Massenet era un orquestador excepcional, y en Manon, su mejor creación, empleó la música instrumental como elemento narrativo. Por tanto, hay que prestar atención a la orquesta, que da muchas pistas: el fabuloso prólogo avanza nada menos que el fatal desenlace de la protagonista: un oscuro motivo de violonchelos que, en el quinto acto, describirá su encarcelamiento (aquí, en el min. 5.10 la flauta, en el 5.27 los violonchelos). Pero escuchamos otra melodía (min 3.30) aún más importante, de clarinete: el motivo cromático y sensual que más adelante cantarán los amantes, y que resume su tormento: se necesitan, se desean, pero conllevan la perdición el uno al otro.

Estamos en Amiens, no lejos de París, en una posada que bulle de actividad (coro: Voyons). De una diligencia se baja la ingenua y encantadora Manon. La espera su primo Lescaut para conducirla a un convento, como ha ordenado la familia. Pero ella no lo ve tan claro: es el primer viaje de su vida y ve lo que ofrece el mundo, ¡cómo va a enclaustrarse ahora! La primera intervención de la soprano (Je suis encore tout éturdie) retrata su ingenuidad, confusión, cierto nerviosismo y mucha ilusión, que se traduce en un canto de frases entrecortadas, risas y sobreagudos espectaculares propios del bel canto. (Aquí, Renée Fleming) 

Lescaut, encargado de guardar “el honor de la familia”, debe ausentarse un momento, y pide a la joven que lo espere y se porte bien. Manon, que sueña con ser rica, vestir a la moda y recibir atenciones de sus admiradores, atrae la atención de dos personajes opuestos: primero la corteja Guillot, un viejo noble adinerado, siempre rodeado de mujeres y una vida ligera; pero ella lo despacha. Con el segundo, el joven soñador Des Grieux, se produce un flechazo. El estudiante viaja a casa de su padre, pero en cuanto la ve pierde la noción del tiempo: “Parece que una mano de hierro me arrastra hacia ella”. Ella le cuenta sus penas, y él la convence de que cambie sus planes: “No soy mala… ¡pero mi familia me acusa de que me gusta demasiado el placer!”. La orquesta refleja la pasión en los dos motivos que más se repetirán en la ópera, asociados ambos al romance: Min. 3.46, el primer motivo; min. 5.33, el segundo. Es la versión de Netrebko y Villazón.
Aquí, otra grabación extraordinaria, de Victoria de los Ángeles y Nicolai Gedda: (en el min 5, vuelve en la orquesta el leitmotiv del amor 1), en el min. 5.15, el tema 2.

Decidido: huyen juntos a París, para disgusto de Lescaut y Guillot. Eso sí, hay una diferencia entre los enamorados: en el bellísimo dúo Nous vivrons à Paris, el tenor repite la frase “tous les deux” (solos los dos) ella remarca más “en París” (min. 12 del primer enlace), que quizá sea lo que de verdad le interesa.

ACTO II
La pareja convive en un piso de mala muerte en París, y la orquesta remarca su felicidad con uno de los exquisitos temas de amor que oímos en el dúo.
Des Grieux acaba de escribir a su padre para que apruebe su matrimonio con Manon. Pero hay algo que falla. Como sutilmente se había apuntado antes, Manon imaginaba otra cosa de su huida: aspira a un lujo que su novio no puede satisfacer.
Llaman a la puerta: entra Lescaut, que sin ningún reparo presenta a su amigo, el rico Brétigny, para que le haga la corte a su prima. Mientras el primero –que finge proteger la integridad de su familia- se hace el ofendido y distrae a Des Grieux, el noble propone a la joven que se vaya a vivir con él, ya que puede mantenerla y ofrecerle riqueza: “Pronto seréis reina por vuestra belleza”. Ella, voluble y caprichosa, se siente tentada. Y más cuando le cuentan que el padre de Des Grieux, contrario a un matrimonio escandaloso para su familia, va a llevarse a su hijo por la fuerza esa misma tarde. Pero Manon, llena de dudas, no avisa del peligro a su amado, que sale a enviar la carta. En su lugar, asume que es débil, que ha de marcharse a cumplir su sueño. Ha llegado la hora de despedirse de ese hogar, lleno de pequeñas cosas que compartieron los dos, tan pobres que hasta bebían del mismo vaso: “Cada uno, cuando bebía, buscaba los labios del otro”, canta la soprano. Una melodía conmovedora que muestra que su pena es sincera (Adieu, notre petite table).
Aquí, Renée Fleming. Y en este otro vídeo, Victoria de los Ángeles, incomparable en el fraseo.

Des Grieux, que no sabe nada, regresa lleno de confianza: ha visualizado su futuro, modesto pero feliz, juntos, en una casa blanca en el bosque: En fermant les yeux es una intervención cálida, medio susurrada, del tenor, con cuerdas que se mecen como en una bruma de ilusiones. “Solo es un sueño”, replica ella. “¡No! Será nuestra vida si tú quieres”. Hasta que unos golpes en la puerta los interrumpen. “¡No salgas!”, le pide ella, arrepentida; lo ama. Sabe que van a llevárselo. Él abre, y ya no vuelve. El aria del tenor, uno de los momentos más bellos de esta obra, y Jussi Bjorling poniendo el listón muy alto.

ACTO III
A Manon no le ha durado mucho la tristeza: ha aprovechado la ocasión que le prometió Brétigny de disfrutar una vida de lujo. Las melodías festivas anuncian al coro: “Se ríe y se bebe”. En un parque, se congrega una juerga de vendedores, actrices y vividores en general. La estrella, el centro de atención, es la hermosa Lescaut, muy cambiada, frívola (también su canto, con adornos y coloraturas), conocida en la vida nocturna. Compiten por ella Brétigny y Guillot, entre otros. Su presumida aria (Je marche sur tous) desemboca en la pegadiza gavota Profitons, con acompañamiento de triángulo y un coro de hombres a sus pies. Aquí, Beverly Sills. Los agudos y coloraturas se aprecian en el min. 2.06 o en el 3.19. En el 4.00, empieza la gavota.

La alegría pasajera se esfuma cuando recibe la noticia de que el despechado Des Grieux se ha refugiado en Dios y se prepara para el sacerdocio, como le cuenta el Conde. Después, presenciamos un ballet, de estilo neoclásico, según la tradición francesa, pero Manon, atrapada por el deseo de ver a su amado, se escabulle rápidamente y va a buscarlo al monasterio de St. Sulpice.

El bullicio contrasta con el ambiente religioso del segundo cuadro: la soledad del convento, con el sonido del órgano y de las cuerdas en forma de fuga, como los antiguos madrigales. El novicio Des Grieux acaba de pronunciar su primer sermón, que ha agradado al personal. Su padre intenta convencerlo de que deje la iglesia y busque esposa en la noble aria para bajo Epouse quelque brave fille.

Des Grieux pretende refugiarse en la religión. Sin embargo, los recuerdos lo torturan: Ah, fuyez!, “¡huye, dulce imagen!”. Frente a la solemnidad de las campanas, el aria concluye con arpa y violines, tremendamente sensuales, que apuntan que aún tiene muy presente a Manon. Aquí (de nuevo fabuloso Jussi Bjorling) se oye en el 2.57 cómo el órgano de iglesia responde a la frase del tenor “Dios, que vuestra llama purifique mi alma), (aquí en la versión de Jaume Aragall).

Entonces Manon aparece ante él. En una escena apasionante, él primero se resiste (“¡eso aquí es blasfemia!”) y recuerda lo infeliz que ha sido por su culpa. Pero ella sabe manejarlo: le implora perdón y le hace pensar en sus caricias: ¿No es ésa la misma mano que él le cogía? (dúo N’est ce-plus ma main) Hasta que termina por ceder a la pasión: “Mi vida está en tus ojos”. Escapan juntos. Aquí, Alagna y Netrebko: en el min. 3, ella le dice: “Revive nuestro amor!”, y la orquesta repite el motivo romántico que oímos en el primer acto, cuando se conocieron.

ACTO IV
La acción se traslada a un ajetreado salón de juego. De nuevo, la pareja convive como el gato y el ratón: Des Grieux ha derrochado la herencia de su madre. Por consejo de su primo, van a probar fortuna. Él no entiende por qué ella no puede prescindir del lujo, por qué le atrae tanto el oro. La extraordinaria melodía que en la obertura expuso el clarinete suena ahora desgarradora en la voz del tenor: “Esfinge… ¡cómo te quiero, y cómo te odio!” (Sphinx étonnant). (Recordemos la obertura, min. 3.24)

Manon, mientras, entona el ligero y saltarín A nous les amours, con coro femenino: “La juventud pasa, la belleza se oscurece. ¡Que todos nuestros deseos sean para los placeres! ¡Dinero, dinero!”. Aquí, R. Fleming.

En el salón, Guillot desafía a su rival Des Grieux. El joven le gana una y otra vez, y le hace perder una gran suma. Éste, que se la tiene jurada, los denuncia ante la policía: a él por timador y a Manon por prostituta. La policía detiene a los jóvenes. En última instancia, el conde salva a su hijo, pero no a la chica.

ACTO V
Un fagot tenebroso anuncia que Manon está encarcelada; la van a deportar a América.
Des Grieux, que la sigue amando, trata de hacer uso de sus influencias, pero no consigue liberarla, pese a sobornar a los guardianes. Como mucho, le dejan verla. Ella está muy débil, en parte por la enfermedad y en parte por la tristeza que le producen la miseria y la nostalgia del lujo. En un último dúo (Tu pleures), ella le pide perdón, avergonzada de sus ambiciones. “He sido una ingrata”. El oboe apela a la melancolía, reviven sus momentos felices (suena el leitmotiv de cuando se conocieron, min. 6.00) “Recordaremos el pasado, el albergue, la mesa…”. Aquí, Renée Fleming.

Él, para animarla, canta el verso con el que ella lo conquistó en el tercer acto, “N’est-ce plus ma main” (a partir del 8.40 del enlace anterior). Ella lo repite. Pero es tarde. Continúan al unísono, como reconciliación final, pero Manon agoniza. La orquesta culmina con esa bella melodía: “Esta es la historia de Manon Lescaut”, dice ella antes de morir en sus brazos.

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