TIENES 66 HORAS PARA CONTESTAR AL TRIVIAL DE LA FLAUTA MÁGICA DE MOZART Y CONSEGUIR UNA DE LAS 10 ENTRADAS PARA VER ESTA ÓPERA EN LOS CINES VAN GOGH EL JUEVES 4 DE DICIEMBRE´14
LA FLAUTA MÁGICA - Wolfgang Amadeus MOZART
Grabada en directo en el Festival de Bregenz / Julio de 2013
Director musical: Patrick Summers
Director de escena: David Pountney
Orquesta Sinfónica de Viena - Coro de la Filarmónica de Praga
Artistas: Alfred Reister, Norman Reinhardt, Ana Durlovsky, Bernarda Dobro, Daniel Schmutzhard, Dénise Beck
en los Cines Van Gogh de León
a las 20h el jueves 4 de Diciembre´14
Los Cines Van Gogh nos ofrecen 10 entradas para las 10 primeras personas que acierten las respuestas a este TRIVIAL y las envíen a este correo: leon@jmspain.org indicando las respuestas correctas, nombre, apellidos y correo de contacto (sólo se admitirá una respuesta por dirección de correo y por persona, y tendrán prioridad aquellas personas que no hayan participado en el trivial anterior sobre Il Trovatore de Verdi).
Tenéis de plazo hasta las 00h del jueves 4 de Diciembre!!!
Las personas afortunadas recibirán un correo de confirmación y podrán recoger la entrada en la taquilla de los Cines Van Gogh el jueves 4 de Diciembre presentando el DNI.
1) ¿En qué se diferencia el Singspiel de la Ópera?
2) ¿Quién es el autor del libreto, y qué papel tuvo además en el estreno de la ópera?
3) ¿Con qué sociedades secretas está vinculada la trama de La Flauta Mágica?
3) ¿Cómo se llama el lago donde se ubica el escenario del Festival de Bregenz?
Esta semana nos llega, desde el impresionante festival de Bregenz, en Austria (con su escenario flotante sobre el lago Constanza y los decorados al aire libre de los mejores escenógrafos del mundo), la última ópera que escribió Mozart, La flauta mágica.
Aunque por su argumento -una especie de cuento moral- y por su música aparentemente sencilla algunos no le atribuyen la categoría que le corresponde, Die Zauberflöte merece el Olimpo de la historia de la ópera. Quizá no sea tan redonda como Las bodas de Fígaro, mejor estructurada, pero despierta mayor fascinación. A algunos incluso les dejó en shock. “Nunca he conocido tal riqueza de ideas. Casi desearía que no las empleara tan generosamente. Deja sin aliento al oyente. Apenas has aprehendido un pensamiento bello, otro de mayor fascinación rechaza al primero”, dijo K. D. Von Dittendorf. Parece mentira que un compositor enfermo y saturado de trabajo (moriría tres meses más tarde) creara una música tan resplandeciente.
Basta con escucharla para quedar fascinados desde el primer minuto, pero nunca viene mal conocer un poco más a fondo sus rasgos musicales.
1) Descripciones musicales
Uno de los aspectos más llamativos es cómo Mozart describe a los personajes mediante su forma de cantar.
La diferencia más clara se aprecia entre Sarastro y la Reina de la noche, que son los polos opuestos del relato.
La música del primero es sólida, equilibrada, muestra de su sabiduría, justicia, paciencia. El tempo es lento, el tono solemne y profundo. El cantante tiene que dominar un registro gravísimo. Notas largas, sin adornos o trinos… en consonancia con sus textos, discursos muy bellos y profundos, como cuando defiende a Tamino frente a los demás sacerdotes: “Es más que un príncipe…. ¡es un hombre!”. Aquí va el aria, O, Isis und Osiris, con el inimitable Kurt Moll. Aquí, traducida al sueco en el montaje de Ingmar Bergman, con Ulrik Cold.
La segunda y no menos inolvidable aria de Sarastro se titula In diesen heil’gen, y sigue una línea similar: aquí, Matti Salminen.
En cambio, la reina de la noche, que representa un mundo pasional y oscuro, canta con grandes saltos y florituras, en un tono agudo y casi agresivo, en especial en sus muestras de ira. Esta aria incluye la nota más aguda que escribió nunca Mozart, un Fa5. Es considerada una de las más difíciles de la historia de la música, un claro precedente del bel canto de Rossini o Bellini (a los que, por cierto, les fascinaban los conjuntos -tríos, quintetos- de Mozart, que a la postre imitarían).
O zittre nicht, con la sublime Natalie Dessay (atentos a partir del minuto 3.30).
Los mismos rasgos se aplican a su segunda y más célebre intervención, Der Holle Rache. Aquí con la mejor Reina de la noche del siglo XXI, Diana Damrau en el papel de su vida. La belleza y la dificultad de lo que sucede entre el min. 0.42 y el min. 1.30 no pueden explicarse con palabras.
Aunque la perfección la alcanzó en los 60 Lucia Popp, una Reina legendaria.
2) Por qué nos encanta Papageno
Papageno. ¿Por dónde empezar? Se ha escrito tanto sobre él… Es un personaje único, y el verdadero responsable de que La flauta mágica resulte tan humana. Es él quien baja a tierra: en contraste a los ideales elevados de Tamino y Pamina, solo aspira a tener el estómago lleno y a disfrutar de la compañía de una mujer (a ser posible, hermosa).
Se asocian al personaje instrumentos casi de juguete como el carillón o el flautín, y melodías muy sencillas, como de cuento, pero de una claridad que las hace encantadoras. A partir del minuto 5.23, su dúo final con Papagena, aquí con Sir Thomas Allen y Ulrike Steinsky.
El tono travieso del pajarero y su música queda claro desde su salida a escena, con la imperecedera Der Vogelfänger bin ich ja, aquí, con uno de los mejores barítonos del siglo, Dietrich Fischer-Dieskau. Y aquí, Erich Kunz y la Filarmónica de Viena en las manos de Karajan.
El motivo de su flautín se repite durante toda la obra. Por ejemplo, en el dúo con Pamina frente a Monostatos (min. 0.27), aquí con Lucia Popp y Wolfgang Brendel.
Cada una de las intervenciones de Papageno es más irresistible que la anterior: ¡cómo no rendirse al encanto de Ein Mádchen! Y más si suena en la voz de bronce de Erich Kunz (1954).
Por cierto, una evidencia de que se trata de una música extraordinaria (pese a su apariencia infantil) es que el mismísmo Beethoven se basó en dos de las arias de Papageno para componer sus variaciones para violonchelo y piano. "Es la mejor ópera jamás escrita en alemán", decía.
3) Festín de arias memorables
Pero ¿qué pasa con los protagonistas? Hasta ahora no hemos hablado de Tamino y Pamina no por el nivel de su música, sino porque argumentalmente resultan más “planos”; nobles, puros, bondadosos, valientes, carecen de las aristas morales y los defectos que hacen tan interesantes a Sarastro, la Reina y Papageno. Eso sí, ambos quedan definidos en sus arias, no menos maravillosas. Así expresa el amor por Pamina (a la que aún no conoce) el príncipe en Dies Bildnis ist bezaubernd schön. Nadie la ha cantado como Fritz Wunderlich, sobre todo a partir del min. 4.08, en su versión de 1964.
La determinación del héroe se observa aquí, en el min. 1, con un grandioso Nicolai Gedda.
Por su parte, Pamina protagoniza el momento más emotivo de la ópera, cuando desolada canta en el segundo acto Ach, Ich fuhls. En 1950, Irmgard Seefried puso el listón altísimo. Aunque Maria Stader no se quedó corta.
El nivel de la partitura de Mozart es tan alto que resulta imposible quedarse con un solo número. De repente, un dueto que no se suele mencionar, como éste entre Pamina y Papageno (Bei Männern) alcanza cotas que en cualquier otro título lo convertirían en uno de los momentos de clímax. Aquí, G. Janowitz a dúo con Walter Berry.
4) Timbales vs. viento madera
También tenemos que fijarnos en la impresionante orquestación de Mozart. Asombra su capacidad para que todos los instrumentos aporten algo distinto y cómo experimentó combinaciones de timbres para crear ambientes que encajaran con las situaciones del libreto.
Por ejemplo, en el momento de las pruebas del fuego y el agua (que invitaría a dedicarle al héroe un acompañamiento épico), Mozart se da cuenta de que el triunfo de Tamino es espiritual, de la fe y la perseverancia, y decide representarlo con una sola flauta (que encarna a Tamino) frente al peligro (hábilmente representado por los metales y los timbales). Todas las cuerdas se callan por completo, es un momento sublime. A partir del min. 6, Wir wandelten.
Otra gran innovación en la instrumentación sucede cuando cantan los tres muchachos (geniecillos). Como son representantes de una divinidad, su pureza se realza con un acompañamiento tenue y muy limpio, solo de vientos. Las cuerdas quedan reducidas a la mínima expresión
Mozart sabía lo que hacía: había escrito numerosos conciertos para oboe o trompa, y había ensayado combinaciones solo de vientos en obras como la Serenata nº 13 para oboe, clarinete, corno di basetto, trompa y fagot.
¿Echamos de menos algún instrumento en este conjunto? Efectivamente, la flauta. No le agradaba demasiado, como escribió a su padre en una carta de 1778, después de producir dos conciertos y tres cuartetos por encargo de un mismo mecenas. "Estoy un poco cansado de tener que componer para el mismo instrumento... para uno que me gusta tan poco".
Esta grandísima riqueza instrumental cobra todavía más valor cuando la ponemos en contexto. Tenemos que pensar que en la época de Mozart, la segunda mitad del siglo XVIII, apenas se había desarrollado la orquesta que hoy conocemos. Cuando oímos composiciones de sus coetáneos (incluso de los mejores, como Haydn), nos suenan aburridas y previsibles. Nunca se salían de los esquemas, siempre giraban en torno a la tónica (la nota principal de la armonía, el acorde básico).
El propio Mozart empezó así, como puede comprobarse en este concierto de piano (que pese a todo merece la pena por su ingenio y virtuosismo).
Sin embargo, 12 años después, en el maravilloso concierto nº 24, ya desde los primeros compases aparece una orquesta estelar, con contrastes de intensidad (ese inicio susurrado y después rabioso), instrumentos que se responden y replican, muchísimo mayor uso de los vientos... la parte de orquesta casi anticipa las sinfonías de Beethoven. Y el piano modula varias veces de tonalidad (muy llamativa la del 4.57, cuando el acorde mayor torna a menor).
De acuerdo, ahora todo esto no nos parece demasiado rompedor, porque han pasado dos siglos y medio y nuestros oídos se han acostumbrado a músicas más “radicales” en su armonía, de Wagner a Stravinski. Pero en su momento noqueó incluso a los más entendidos.
5) Algunas notas más sobre el libreto.
Ya sabemos que La flauta se escribió deprisa y corriendo y por eso está llena de contradicciones. Una teoría -con pruebas contrastadas- asegura que en la primavera de 1791, mientras trabajaba en el libreto, Schikaneder asistió a la comedia Kaspar, der Zauberfagottist, una bufonada sobre un mago malvado y un hada buena que representaba un teatro de la competencia. Alarmado, decidió cambiar su propio libreto para ser original. En principio, la Reina de la noche era noble y Sarastro un villano. Pero como Mozart ya había escrito la música del primer acto casi al completo, se quedó como estaba, y el giro de la trama sucede casi al final de ese acto (por eso nos descoloca que, sin previo aviso, los malos se vuelvan buenos y al revés).
En cuanto a la propaganda de la masonería, por si a alguien le queda alguna duda de que la obra no es solo un cuento o una comedia, sino que ensalza ideales espirituales, el propio Mozart escribió en una carta, tras asistir a una representación: “En el palco, cerca de mí, un tipo se reía de todo lo que sucedía en escena. También de las arias solemnes de Sarastro. El imbécil no ha entendido nada, es un auténtico Bávaro”. Esa zona alemana era fervientemente católica, mientras que la logia de Mozart era anticlerical.
Aun así, muchos siguen dándole vueltas al libreto, del que ha habido interpretaciones variopintas. Por ejemplo, en la versión de Bergman, Sarastro y la Reina de la noche habían estado casados, luego se separaron y se disputan la custodia de su hija común, Pamina...
Gracias por vuestra atención. Esperamos que todo esto os haya servido para comprender mejor y sobre todo disfrutar más una maravilla como La flauta mágica. Hasta la próxima!
JAVIER HERAS
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